jueves, 8 de abril de 2010

Amigas para siempre

Bueno chicos, una quincena más aquí estoy. Hoy os traigo aparte de una buena historia una petición. Visto que os decantáis por algunas categorías mas que por otras os pediré que pongáis un comentario diciendo de que queréis que trate el próximo relato y me pondré manos a la obra. Si queréis que sea de "dominación" "orgías" o cualquier cosa que se os ocurra, decidlo. Estamos para serviros. Dicho esto, comenzamos.

Amigas para Siempre.

Mi nombre es Raquel y estoy a punto de casarme con el hombre de mi vida. No tengo secretos para él a excepción de una historia que pasó hace ya algún tiempo y que jamás me atreveré a contarle.

Hace un par de años, mis amigas y yo decidimos hacer una acampada para disfrutar de nuestras vacaciones. Pues todas nos lo estábamos pasando en grande, bueno todas no. Mi amiga Sonia pasaba por una mala racha. Acababa de acababa de romper con su novio por ese entonces y estaba bastante hecha polvo, y no sin motivos, ya que él le había puesto los cuernos en repetidas ocasiones y sin esconderse. La verdad es que nunca la había visto tan mal a la pobre, y eso que siempre lo ha pasado fatal cada vez que ha terminado alguna relación. Dormíamos en dos apartamentos separados, Marta y Susana en uno y Sonia y yo en otro. Un día tras ducharme y acostarme para dormir escuché al rato como Sonia lloraba. Yo me arrimé a ella y la estreché fuerte entre mis brazos para poder tranquilizarla. Y fue entonces cuando realmente empezó todo. Yo la miré a la cara, y no sé por qué, supongo que me salió del alma, le di un beso en la boca, un beso suave, ligero y rápido, que me dejó un agradable sabor en los labios. No era nada sexual. Era solo un beso de cariño entre dos amigas. Por un momento me sentí extraña, abrazada a una mujer que me acariciaba en la oscuridad de la noche, pero fue algo pasajero. La verdad es que estaba muy bien, me sentía relajada y tranquila. Tan tranquila que no me importó volver a sentir sus labios sobre los míos. Esta vez fue un beso más largo, más cálido. Sus labios eran dulces, suaves y carnosos, húmedos. Y los míos le respondieron con dulzura. Nos enzarzamos entonces en un intercambio de besos, rápidos y fugaces, llenos de amor y de cariño. Besé su cara, sus ojos, su boca, al mismo tiempo que ella respondía de igual manera.

Pero en un momento dado sentí como sus manos abandonaban mi cara para ir bajando en un lento y sinuoso recorrido hacia mi pecho y bajaron sin detenerse hasta mis caderas. Una vez sus manos alcanzaron mi cintura volvieron a comenzar un suave ascenso, esta vez bajo mi camiseta. Sentía un incremento en mi excitación proporcional a los centímetros que avanzaba su mano bajo mi camiseta, y cuando finalmente llegó hasta la base de mi pecho no pude evitar dejar un ahogado suspiro. Tenía los pezones tan duros que incluso me molestaba el roce de la tela sobre ellos. Entonces con la mano empezó a acariciarme las tetas con mucha suavidad, masajeándolas con dulzura. Yo también comencé a quitarle la camiseta y al momento estábamos las dos sintiendo los pechos de la otra sobre su propia piel. Mis labios se dirigieron hacia sus pechos y sus pezones que besé con suavidad. Luego mis dientes los apretaron en un ligero mordisco, sintiendo la dureza de aquellas hermosas protuberancias que la hacían retorcerse en la cama. Fui descendiendo por su vientre y posé mis labios sobre aquel triángulo de tela al paso que ella exploraba bajo mis bragas, buscando mi sexo. Le bajé las bragas y cuando me lancé directa a su monte de Venus me paró y me giró quedando boca arriba en la cama y ella se puso encima de manera contraria de forma que quedara un 69 lésbico.

Lo primero que hizo fue bajarme las bragas y levantándome como pude conseguí sacarlas para volver a situarla sobre mí, su sexo sobre mi boca, esperando con ansia el momento en el que sintiera su lengua sobre mi coño. Ella empezó a lamerme el coño con tal destreza que tenía que dejar de chupar el suyo para poder dejar escapar los gemidos de placer que me invadían. Y en el momento en el que sentí como sus dedos me penetraban me fallaron las fuerzas. Ella de vez en cuando también retiraba la boca de mi sexo para soltar un agónico gemido, momento que aprovechaba yo para chupar su coño con más fuerza. No sé el rato que duró aquello. Solo te puedo decir que notaba un calor dentro de mí, que iba haciéndose cada vez mayor, ascendiendo desde mi vientre, inundándome. Había perdido ya el control de mi voz. Los gemidos se escapaban sin poder hacer nada para evitarlo y mi lengua lamía su sexo de una forma ya mecánica, como si actuara por cuenta propia mientras yo me limitaba a concentrarme en el enorme placer que me invadía. Sentía como mi orgasmo iba aproximándose lentamente, y por un lado deseaba que llegara, deseaba explotar en una brutal corrida. Pero por otro lado deseaba permanecer eternamente de aquella manera, sintiendo aquella húmeda y ágil lengua hurgando en mi coño provocándome aquellos latigazos de placer que sentía cada vez que me la metía. Ella fue la primera en correrse entre fuertes gemidos, y cuando empezó deseé que no lo hubiera hecho, ya que al alcanzar el orgasmo separó sus labios de mi coño, y eso era más de lo que podía soportar en esos momentos. Así que presioné mi propio coño contra su boca, ahogando nuevos gemidos y comencé a restregárselo por la cara. Debió captar mis necesidades ya que inmediatamente sentí como su lengua se hundía de nuevo dentro de mí. Y chupó y lamió con tal fuerza que me sobrevino un orgasmo bestial, largo, intenso como hacía mucho que no lo había sentido, que me dejó casi desmayada sobre su cuerpo, exhausta, agotada.

Desde entonces la he vuelto a ver montones de veces y nos hemos seguido tratando como siempre lo hemos hecho, como dos buenísimas amigas.

2 comentarios:

Miriam Fernández Pérez dijo...

Me he puesto cerda. Dios el relato está genial cari :)

Foxie dijo...

Pussy...cuando no estás tu cerda? xDDDD

Mmmmmmm me ha encantado la historia Cocky, ha sido muy...intensa. Qué bonita la amistad jaja

Esperaré la siguiente con ganas.

 
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