jueves, 10 de junio de 2010

Venganza III

Buenas gente, ante todo pedir disculpas por actualizar ahora, sabeis como es esta época. Recordaros tambien las dos primeras partes de esta serie de relatos de dominación.
Venganza Parte I
Venganza Parte II


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[…]Se ató la melena en un moño y se metió bajo el agua a oscuras y después se acostó y soñó.

En su sueño estaba en el instituto. Con sus dos grandes amigas de la juventud. Caminaba por un largo pasillo rodeado de taquillas y algo la llamo la atención. Un chaval delgado de mirada perdida peleaba por abrir una de las puertas de las tutorías cargado de libros. Al pasar a su lado él le sonrió y ella dando un golpe en sus cuadernos le tiro los libros al suelo entre risas del resto. Siguió caminando dejándolo allí recogiendo sus cosas.

-¡Aylin! -Le gritó cuando ya estaba alejada de él haciéndola girar la cabeza.

El joven de pie, desaliñado y enclenque la miró a lo lejos.

-Despierta.

Aylin se despertó de repente entre sudores

-William-Dijo- Tiene que ser él.

Se levantó apresurada y buscó la foto en el último anuario y ahí estaba él. Un chico poco agraciado, de mirada perdida con el que todos se metían pero que siempre tenía una sonrisa para ella. Nerviosa siguió pasando las páginas del anuario y de un saltó corrió al ordenador y busco la siguiente fiesta de aniversario de estudiantes de su instituto. Sabía que pronto habría alguna, nunca había ido pero sabía que se hacían y ahí estaba, en doce días en el Hotel Real. No lo dudo, algo la decía que William también iría así que se apuntó en la Web. Si aquel joven había cambiado tanto seguro que iba a todas las fiestas para mostrar lo que ahora era ante aquellos que tanto se metían con él tiempo atrás.

Y pasaron los días despacio y llegó la noche de la fiesta. Estaba nerviosa. Igual se equivocaba pero tenía que correr el riesgo. Igual no era William pero si lo era le vería el rostro y dejaría de atormentarla o eso esperaba.

El salón se lleno de gente en poco tiempo. Había mesas rectangulares con canapés en todo su perímetro. En el centro unos sofás y alguna mesa de comedor para tomar algo sentados tranquilamente. Se encontró con un montón de gente de antaño.

Los niños corriendo por la sala la ponían más nerviosa y entonces lo vio. Desde donde estaba colocada no podía verla pero ella tenía una visión perfecta de todo el recinto. Entro con su mirada perdida de antaño. Con un pantalón oscuro y un jersey de cuello de cisne negro. Un cuerpo trabajado que le resultaba muy familiar. Su altura y sus ojos melancólicos y su sonrisa. Supo que era él desde el primer momento que lo vio. Se había convertido en un hombre guapo. Su pelo negro no estaba ya desaliñado, lo llevaba muy corto y sus rasgos eran finos y delicados. La palidez había dado paso a un rostro moreno y cuidado. Y su forma de caminar le delató.

Aylin se quedó inmóvil observando cada gesto de William. Las mujeres iban en tropel a saludarlo pero él estaba ausente. Estaba en otro lugar.

Paso por detrás de las mesas de los canapés y cuando él estaba de espaldas se acercó.

-¡Vaya, cuánto tiempo William!-Le costaba horrores disimular su rabia.

Él se giró y tenso los músculos de su cara en cuanto la tuvo frente a él.

-Qué sorpresa-Continuó ella –Has cambiado mucho.

Sonrió falsamente

-No te esperaba aquí. Nunca te había visto en estas reuniones. Me alegro de verte princesa.

-Maldito hijo de puta sabía que eras tú- Le dijo pero casi al momento de acabar la frase. La cogió de un brazo y la saco para afuera ante las miradas del resto de los invitados- ----¡Suéltame!

La llevo a una sala anexa que parecía vacía.

-Tenías que venir. Por fin se te iluminó la lamparita de la cabeza y diste con la respuesta. Te creía más lista pero te pudo más la curiosidad que tu vergüenza.

Aylin intentaba liberarse pero la tenía sujeta del cuello contra la pared.

-Me estás haciendo daño. Por favor. Sólo quería saber si eras tú.

William metió la mano por debajo de su falda.

-¿Qué haces?

-Lo que has venido a buscar. Princesa.

Aylin intentó zafarse de él.

-No vine a eso cabrón, quería verte la cara y asegurarme...

-De que yo lo supiera ¿Verdad?-Dijo metiéndola los dedos en el coño y pasándoselo por la boca.-Podías haberme denunciado princesa pero en vez de eso, vienes aquí.

Le da la vuelta contra la pared y la baja las bragas hasta las rodillas.

-¡Estás enfermo!

-De ti Aylin, de ti...

Sacó la polla y abriendo con las manos en culo de Aylin empezó a penetrarla despacio.

-Dime que pare-La susurró al oído. Dímelo de una puta vez y pararé y me iré de tu vida para siempre.

Aylin respiraba con fuerza. Su polla resbalada despacio avanzando lentamente hasta sus entrañas. El bullicio de la gente al otro lado de la pared la ponía nerviosa.

-¡Vamos!-Volvió a decirla dando otra embestida- Dímelo ya.

-No me hagas esto.

-La chica popular follada por el rarito a cuatro metros de sus compañeros-Su voz sonaba excitada, respiraba con fuerza en su oreja- ¿Quién te lo iba a decir a ti hace quince años?

-No, no puedo hacer esto-Aylin gemía- No está bien...

-Te he violado, te he tratado como una golfa y no eres capaz de decirme que pare- Empujó su pelvis contra ella clavándosela con fuerza-Me sigues y me provocas con tu presencia porque quieres más...Necesitas más.

-Para por favor, van a entrar-El ruido de pisadas la pusieron muy nerviosa.

-Tiemblas. Temes correrte otra vez y que sepa lo zorra que eres...

Aylin no podía más. La forma que tenía de tratarla la ponía a cien y no podía remediarlo. Por ello se sentía mal pero la excitaba tanto. Notó como William aceleraba los movimientos y sacaba su polla de golpe cogiéndola del pelo y obligándola a ponerse de rodillas y metérsela en la boca. Notó como toda su lefa entraba hasta su campanilla y llenaba su garganta ahogándola. Él la obligaba con fuerza a no moverse y mantener su polla clavada entera dentro de su boca mientras el chorro la provocaba arcadas. Intentó liberarse pero fue imposible y cuando terminó de correrse la sacó y se la rebozó por la cara limpiando los restos en sus mejillas.

-¡Por dios!-Gimió-Unf...Joder...

Con la cara llena de los restos de su lefa y de rodillas no era capaz de mirar a aquel hombre a la cara por la vergüenza de haberle dejado claro que estaba enganchada a él.

-No puedo más-Lloró- Esto no está bien –Negaba con la cabeza

-Te diré lo que pasa. Te sientes sucia por disfrutar con la persona que pensaste que acabaría con tu vida la primera vez que entro en tu casa. Te sientes una zorra por que ahora necesitas mi polla y disfrutas cuando te trato como una golfa. He jodido tu vida de tranquilidad y tu orden ya no existe. Humillada… Ahora sabes lo que sentí yo durante muchos años. Humillada por que te gusta lo que te está pasando y tu cabeza dice que no está bien...

Aylin se incorporó sin decir una sola palabra. William puso una rodilla en el suelo y levantándola una pierna fue sacando sus bragas con delicadeza.

-¿Qué haces?-Le preguntó

-Llevarme lo que es mío- Las metió en el bolsillo de su pantalón.

Sacó una servilleta de otro de sus bolsillos y la pasó por su cara limpiando las lágrimas mezcladas con su propio semen. La colocó el flequillo y ordenó su falda y su camisa con dulzura.

-Vete- La dijo- Seguro que te estarán buscando.

Extrañada sin saber ya que sería lo siguiente se fue con la cabeza gacha uniéndose a la fiesta como si no hubiera pasado nada. El resto de la noche se pasó gran parte de las horas totalmente ausente observando a William en la distancia y preguntándose cómo había llegado a aquella situación.

Sentía euforia, necesidad de él y vergüenza de si misma por ello.

William no se acercó a ella en toda la noche. A eso de la una de la mañana estaba muy cansada y quería irse pero no era capaz de hacerlo sin decírselo a él. Por alguna extraña razón buscaba sus miradas, esperaba sus palabras o al menos un gesto que la dijera que hacer. Cuando estaba a punto marcharse, William apareció por la derecha y estiró la mano hacía ella invitándola a levantarse..

La llevó a su casa aquella noche. Y durante semanas Aylin no supo más de él.


Una tarde llegó un paquete a su oficina a su nombre. Dentro una caja precintada con un sobre lacrado pegado en la parte superior.

-Han pasado varias semanas desde la última vez que te vi. Reconozco que se me han hecho eternas pero era necesario para que entiendas todo lo que esta pasando. Estoy convencido de que tu angustia es mayor que mi dolor por no tenerte cerca de mi. Aylin, he disfrutado con cada una de las lágrimas que me has regalado. Reconozco que tu sufrimiento ha sido una dosis para mi alter ego. Hace mucho tiempo rompiste mi corazón y jure vengarme de ti. Pero mi venganza no tiene principio y fin. No es un capítulo en tu vida perfecta. No es eso lo que tengo preparado para ti mi dulce Aylin. Estoy convencido de que estos últimos días has deseado tenerme cerca de ti, has fantaseado, ruborizándote quizás, con todo lo que he hecho contigo. Permíteme quedarme con eso. Con esa dependencia que tu mente empieza a sentir. Con esa necesidad que te llena las venas sabiendo que esta mal y aun así... lo necesitas tanto... ¿Acaso no es asi?
Someterte a mis deseos ha sido y será el único motor que mueva mi vidal pero no me malinterpretes por que a fin de cuentas mi poder sobre ti, es directamente proporcional a tu necesidad de mi. Mi tierna Aylin, te odio tanto como te amo pero cuando te amo olvido que te odio. La primera vez que te vi. podía mi odio, la segunda te amé.
Estoy convencido que me darás todo aquello que te pida. Y el día que no lo hagas te lo arrebataré. Sólo deseo que me ames tanto como te amo yo a ti y que me odies de igual modo.
Aylin abrió la caja y sacó un collar de plata con el nombre de William por dentro.
-Quiero que cuando te pongas lo que hay en la caja comprendas lo que significa y lo que conlleva. Aunque te obligo a ello estoy seguro que lo harás con toda la ilusión del mundo. Cada minuto de tu vida, cada instante de ella es mío. Ahora eres parte de mí. Tu voluntad es mía. El centro de mi mundo eres tú, pero te exijo lo mismo a ti y no dudes que mi crueldad puede ser interminable si no recibo de ti lo que espero cuando te lo pida.
Notó una punzada en el estomago cuando se colocó el fino metal en su cuello apretándolo contra la piel y cerrando el broche. La ansiedad, el miedo y los nervios invadieron su cuerpo.
-Pero no olvides mi princesa, que te amo. Aun cuando no veas en mi ni un atisbo de compasión. Siempre tuyo. William.


 
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